sábado, 29 de agosto de 2009

Opinión: ¡Zapatero a tu zapato!


Cristiano Ronaldo se ha vuelto objeto de numerosas invectivas que cuestionan su calidad humana en lugar de discutir sus atributos como jugador de fútbol. ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación? ¿Corresponde al periodismo deportivo entrometerse en su vida fuera de la cancha?

La autocrítica es un ejercicio pocas veces puesto en práctica en los medios de comunicación –omítase la “fe de erratas–. En algunas ocasiones, el periodismo deportivo cae en el craso desliz de mezclar cuestiones externas a su logos. Recientemente, pareciera que la información que más prepondera en los principales diarios deportivos son asuntos interrelacionados con la vida íntima o privada del futbolista; sin afán de vilipendiar, para ese objeto de estudio existe la Prensa del corazón.

No pretendo encender la mecha del debate coetáneo sobre que jugador es el mejor del orbe o defender personalmente al portugués de las embestidas del cuarto poder. La intención es hacer una bifurcación clara que distinga las nociones “balompié” y “vida privada”. No van de la mano como muchos pudiesen pensar. Si fuese el caso opuesto, nombres como Paul Gascoigne, Tony Adams, Ronaldo o hasta el mismo Diego, no aparecerían en el acervo histórico de este deporte.

CR9 es sinónimo de admiración u aborrecimiento, mas nunca deja indiferente o al margen a nadie. Cierto, es arrogante como pocos, enamorado de sí mismo a una escala mayor que la de Narciso, suele hablar de más, es berrinchudo y caprichoso como un infante, individualista hasta los huesos y no todo lo que toca es oro. La lista de “defectos” humanos podría seguir creciendo. Sin embargo, aquí vuelve a retomar su trascendencia la práctica de la crítica propia. “El buen juez por su casa empieza” reza la frase.

Si el tipo presume en su currículum un Balón de Oro, una Bota de Oro, una UEFA Champions League y un FIFA World Player es porque ha de ser bueno en lo que se dedica. Que se le vio acompañado de Paris Hilton ¿Qué nos importa? Que cada quien haga de su vida un papalote. Al simpatizante de la escuadra merengue, lo que menos le concierne es saber cuál es la última “adquisición” del lusitano. Como tampoco le atañe al partidario culé si Lionel Messi tiene un affair con fulana o sutana. Lo que si es menester de todo hincha es exigirle que se desviva por sus colores, que empape de sudor la camiseta, que exponga que cada céntimo del costo de su carta ha valido la pena…

Por supuesto que Cristiano, al ser considerado una figura pública, no está exento de ser expuesto del más mínimo detalle y las consecuencias que conlleva implícitamente. No obstante, se le debe de reprochar al jugador lo que hace o deja de hacer dentro de la cancha. Si llega tarde a un entrenamiento por haberse desvelado la noche anterior por andar de fiesta; si no rinde adecuadamente por tener sobrepeso y descuidar su alimentación; si abandona la concentración del equipo por motivos de indisciplina, etc. Esos sí son sucesos que repercuten directamente en su rendimiento dentro del campo.

Los futbolistas ante todo son seres humanos, por lo que es razonable que quieran salir a divertirse, relajarse o matar tiempo en el ocio luego del sacrificio que implica toda profesión, incluida ésta misma. La profesión futbolística merece el respeto que todo trabajo goza. ¿Se imaginan lo incómodo que sería ser acosado dentro de tu casa por una manada de paparazzis sedientos de un encuadre comprometedor? Ahora elucubren que llegas cansado de tus deberes, prendes el televisor y encuentras que tu vida íntima es ventilada hasta en el noticiario deportivo…

¡Hablemos de fútbol!

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