Su compañero de cuarto era un tal Adolf Hitler, Führer para los cuates. Él, al igual que Martin, soñaba en voz alta con la única diferencia de que gritaba y sus enunciaciones eran tan largas como un discurso. En aquella vez, Adolf tuvo una pesadilla y gruñó exasperadamente “ich habe einen traum”.
Un Martin exasperado despertó a su amigo para preguntarle qué le pasaba. Éste le respondió que de lo poco que recordaba de su sueño, aparecía un negro que corría velozmente en un estadio atiborrado de gente alemana. “No te preocupes, se llama Jesse Owens y arruinó tus Juegos Olímpicos en 1936, ¿sí recuerdas?”, disparó King con dotes de oniromancia. Hitler lo volteó a ver con una mirada que lo fusiló de ida y de regreso.
–¡Mmm, venga dime más!– dijo Martin.
– “Un polaco iba detrás del negro”
– ¿Y lo mató? Maldito, seguro lo juzgó por su color de piel y… (es interrumpido)
– Cállate y escucha. El polaco y el negro se infundieron en un abrazo
–Mmm, ya veo. ¿Sabes cuál creo que fue el problema? Dejaste la televisión prendida mientras dormías y pasaban el partido de Alemania vs Australia.–
Podría parecer un sueño aunque lo de la Mannschaft es histórico. Esta Alemania, crisol de razas, globalización y multiculturalismo, antítesis de la raza aria pregonada por Hitler; se está convirtiendo en una manifestación de lo que es su país social y culturalmente en estos momentos.
Quién iba a pensar que tendrían entre sus filas a dos turcos (el equivalente a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos), un brasileño de color, un coterráneo de Gavrilo Princip, dos polacos, y otra ensalada de nacionalidades que conforman una auténtica Torre de Babel –algunos son hijos de inmigrantes y otros sí nacieron en el extranjero–.